Por Diego Golombek
Director del Instituto Nacional de
Educación Tecnológica (INET),
Ministerio de Educación de la Nación.

¿Para qué educamos?
Sí, ¿para qué?
Podemos ensayar muchas respuestas y quizás todas sean correctas. Podríamos decir que es para formar ciudadanos/as o, más simplemente, buenas personas. Y estará muy bien. O quizás pensar en la educación como un continuo a lo largo de la vida: siempre estaremos preparando estudiantes para algo que viene después: la primaria, la secundaria, la universidad… Y tampoco estará mal.

Pero lo que es seguro es que también educamos, o debemos educar, para el mundo del trabajo. Siempre, y quizás ahora, más que siempre. Permítanme aquí citar un hermoso poema de Raúl Gonzalez Tuñón “La luna con gatillo”, cuando dice que “de la unión entre la pólvora y el libro puede brotar la rosa más pura”. Y de la unión entre la educación técnica y el trabajo puede brotar nada menos que un país.

Aquí entramos nosotros y con una adivinanza: ¿Qué institución es grande, tiene 9 letras, empieza con e y es casi la única que con seguridad está en todos, pero en todos lados, desde el pueblito más ínfimo hasta una mega ciudad? Sí, la educación, la de todos, la del changuito que va caminando en alpargatas, la becaria que se pasa días y noches en el laboratorio o el trabajador que sigue formándose a lo largo de su vida. Estamos en todo el territorio y en toda la sociedad y, así, el sistema educativo es la herramienta que necesitamos para cambiar, para crecer y, en momentos como éste, hasta para sobrevivir y reinventarnos.

Sin embargo, esa formidable herramienta servirá de muy poco si se encierra en sí misma y no mira el mundo que la rodea, sus habitantes y vecinos, sus fábricas, sus parques y su naturaleza. Nadie puede negar que estamos en problemas, presentes y futuros, y solo saldremos con educación y con trabajo, quizás el verdadero significado de las últimas dos letras de la institución que represento, la “E” y la “T”.

Ahora bien: cambia, todo cambia. Y nosotros tenemos que cambiar o, mejor aún, adelantarnos. Hay una famosa frase que muchos se atribuyen, que afirma que “la única manera de predecir el futuro es creándolo”… y para eso estamos, para crear futuros para nuestros estudiantes y nuestros trabajadores. Y tenemos con qué: más de 3.700 instituciones de ETP a nivel nacional y casi 1.200.000 estudiantes en todas sus modalidades. Es más, tenemos una ley que nos ordena y nos marca un camino como lo ha venido haciendo en los últimos 15 años; una ley que queremos recuperar en todo su esplendor y alcance federal.

Nuestra propuesta desde las políticas educativas es la de formar técnicos y técnicas con una sólida visión sobre el desarrollo productivo, sí, pero también con la formación adecuada en tecnologías de vanguardia que no solo garanticen trabajos jerarquizados sino también permitan desarrollar al máximo a las diversas provincias y regiones. En concreto, el desafío es, sin afectar la educación en ámbitos ya tradicionales, identificar las áreas más promisorias para la formación técnica que requiere, y sobre todo va a requerir, nuestra industria. Así, queremos avanzar firmemente en áreas como la biotecnología, la ciencia de datos, la robotización, la nanotecnología, las telecomunicaciones o las energías renovables, fomentando los centros existentes y creando nuevos en consonancia con los parques tecnológicos, universidades nacionales y agrupaciones profesionales y gremiales en todo el país. No hay desarrollo posible sin la técnica adecuada, y no hay técnica sin las personas formadas de la mejor manera posible.

Claro que no podemos ni queremos hacerlo solos. Por eso estamos aquí, porque donde haya educación y trabajo estará el INET, para salir y avanzar en conjunto.

Hace un rato mencionamos un poema de González Tuñón y es el momento de recordar cómo termina: “Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y, desde arriba, fusilaré al mundo. Para que esto cambie de una vez”. Acompáñennos a cambiar el mundo desde la educación técnica.